Una calle tranquila en el ajetreado Madrid es una sorpresa, sobre todo cuando se está a pasos de la Plaza Mayor, unos cuantos metros del Palacio Real y se huele el aroma tentador de la Gran Vía. Mayor es el estupor cuando uno imagina que, a pasos del sitio donde cada fin de año se celebran las míticas campanadas y la ingesta comunitaria de las 12 uvas para dar la bienvenida a la nueva temporada, se puede encontrar un edificio de tal magnitud como para albergar a un hotel de 200 habitaciones.
Fuente: La Nación
Es en ese sitio donde un hombre, que puede ser desconocido para la mayoría, puso el ojo sabio para crear lo que él denomina “un estilo de vida”. Ian Schrager nació en Nueva York en 1946. Criado en Brooklyn fue, junto a uno Steve Rubell, el creador de las célebres Studio 54 y Palladium, dos discotecas que marcaron el ocio nocturno a finales de los ´70 y principios de los ´80 en su ciudad natal. Huérfano a los 23 años, hizo una importante carrera académica que lo llevó a obtener un doctorado en derecho.
Fue en la universidad cuando conoció a Rubell, con quien abrió una primera discoteca en Queens. Su éxito los impulsó a ir por más. Sus ojos se posaron en Manhattan. Para 1977 alquilaron un exestudio de la CBS devenido en teatro (el Gallo Opera House) y luego de un mes y medio de reacondicionamientos, abrieron Studio 54. Célebre por reunir a la vanguardia del arte, la música y el emergente mundo fashion, mantuvo la estética de teatro que contribuyó a una puesta en escena que inauguraría el ocio como instalación estética. Más tarde llegaría Palladio, bajo el concepto estético del arquitecto japonés l Arata Isozaki. Con esta apertura se inauguraba la era del espacio como motivador de la experiencia.
Para 1984 lideró la creación de un grupo hotelero que impondría algunas de las líneas que han conducido al ocio de viajes hasta hoy. Su obra Morgana Hotel en la propia Nueva York fue el primer hotel boutique del mundo. Luego llegarían Royalton, Paramount, Delanom Mondrian (estos dos impondrían el concepto de resort urbano) y Hudson (bajo el lema de hotel como estilo de vida).
Conceptos que transportan a experiencias
Decenas de sus slogans imprimieron sentido a la industria hotelera, creando nuevos estándares que dejaron afuera la escala de estrellas. Conceptos como home away from home (casa fuera de casa); hotel as theatre (el hotel como un teatro), donde se convierte en una especie de escenario; Art of socializing (el arte de socializar); Cheap Chic (lo barato chic); Urban spa (spas urbanos); o, You are where you sleep (sos donde dormís).
Con toda esa carga de conceptos, en la más actual etapa de su incursión hotelera, Schrager se asoció con Marriott International bajo la idea de crear una nueva marca, Edition, que involucrará una centena de propiedades en ciudades de América, Europa y Asia. La idea se catapultó velos y ya cuenta con una docena de propiedades en marcha y otra tanda similar en producción. Su más reciente extremo es The Madrid Edition, un estándar novedoso de sofisticación minimalista que no enfrenta al viajero con el hotel, sino que aquél lo encuentra.
Billetes para hacer billetes
La Plaza de Celenque toma su nombre de un antiguo alcalde de El Pardo, se encuentra equidistante de dos estaciones clave del Metro de Madrid: Opera y Sol. La primera que arrima al Palacio Real, la Catedral de la Almudena y el Teatro Real. La segunda que se enclava en la mítica Plaza que expone el Oso y el Madroño, emblema de la ciudad, además del hito del Km O de la ciudad y la Puerta del Sol, que da nombre a la estación.
Allí, en ese enclave, con el Monasterio de las Descalzas Reales (uno de los espacios menos visitados de Madrid, pero de los más antiguos y en funcionamiento aún con monjas de clausura), Schrager detectó un edificio de cuatro plantas que ocupara La Caja de Piedad, una entidad financiera, durante 1980, pero que en verdad data siglo XVIII.
Allí dio vida a The Edition Madrid. Un enclave perfecto para dar rienda suelta al nuevo concepto de un hotel que no explota su condición hacia la calle, sino que el viajero encuentra porque sabe a dónde va.
Junto a Schrager trabajaron en el diseño su siempre compañero de aventuras para dar vida a una arquitectura minimalista, el británico John Pawson y el diseñador François Champsaur, nacido en Marsella, pero afincado en París. Los tres pusieron en auge lo que Pawson dio en llamar minimalismo barroco.
Minimalismo barroco
Schrager es un amante del exceso, pero sus coequipers saben moderar ese interés para otorgar una estética que despierte la experiencia emocional del viajero sin entorpecer la mirada.
El hotel puso en valor un portal barroco diseñado por el arquitecto español del siglo XVIII, Pedro de Ribera. Con esa impronta como disparadora, Pawson optó por “combinar la energía y el optimismo de La Movida: la movimiento contracultural surgido en Madrid a mediados de los años 70, tras la muerte de Franco, con la riqueza sensorial de un cuadro de Velázquez”, explica.
Bajo esa idea el espacio se llenó de mármol blanco y el mismo tono distribuido en arquitectura y deco, siempre mate. Los pisos en roble blanco y una combinación de cuero y lino para las texturas.
La estrella de diseño la caracterizan los cabeceros de cama que son una escultura propuesta en cada cuarto, inspirados en el propio portal de Ribera.
El ingreso, más allá de la sutileza de la entrada, con una marquesina sustentable estilo muro verde y un modesto cartel identificatorio, es arrobador. Sólo pasar por el frente inspira ese espiral de concreto blanco y la profundidad escenográfica que sugiere subir. Porque todo pasa en la primera planta.
El ingreso teatral que en el caracol de la escalera deja una vista 360 grados de todo lo que espera, lleva a una planta abierta. La forma de cintas no tiene pasamanos visibles. Lograron una textura suave y acogedora que combina el blanco impoluto de la estructura con superficie extra pulida y la madera oscura que acompaña. El diálogo entre luz y oscuridad convierte a ese ingreso en un aplauso.
La mítica puerta barroca del siglo XVIII que se enfrenta al Monasterio de las Descalzas reales es la puerta de entrada, en oposición al ingreso de la escalera caracol, al restaurante Jerónimo, mientras que el frente principal, con la marquesina verde y cobre, da ingreso desde su escenográfica escala al bar con techo ondulado. El espacio abierto está ambientado con una ecléctica, pero armónica, reunión de especímenes de diferentes orígenes y estilos: sillones de Jean-Michel Frank, bancos de bronce reciclado de Maison Intègre y sillas con asientos de cuerda de Christian Astuguevieille. La estrella es una mesa de billar diseñada por Emmanuel Levet Stenne tallada en una única pieza de mármol blanco.
Este proyecto es el primero que Schrager concreta en Madrid. Con una elegancia discreta que eleva el lujo a otra dimensión.