Flanqueando a la torre Toranomon Hills -una de las edificaciones más altas de la capital de Japón- el nuevo proyecto de Ingenhoven Architects consta de dos grandes rascacielos que fluyen hacia un espacio central que, junto a vegetación que también descendiendo desde ambas torres, forman un gran pulmón verde en el centro de Tokio.
Fuente: Hormigón al Día
La ciudad de Tokio no es ajena a la construcción de grandes edificaciones en altura. Un ejemplo de ello es el edificio que alberga al Gobierno Metropolitano de dicha urbe, que alcanza los 243 metros de alto, o la Torre Midtown, un rascacielos de uso mixto que posee 54 plantas y 6 subterráneos, cuya altura es cercana a los 248 metros.
Cabe destacar también a dos construcciones icónicas de la capital de Japón: el Tokyo Sky Tree y la Torre de Tokio, que sobrepasan los 300 metros de altura. Su particularidad es que se tratan de antenas de transmisión y no de edificios para uso habitacional o comercial.
En ese último apartado, la torre Toranomon Hills, con sus 255 metros de altura máxima, se transformó en el rascacielos más alto de Tokio y una de las edificaciones con mayor altura de toda la ciudad. Justamente, flanqueando a este imponente edificio, se encuentra el reciente proyecto del estudio alemán Ingenhoven: un impactante complejo compuesto por dos torres, una de oficinas y otra de uso residencial que, unidas por plató central, forman una pequeña “Ciudad Vertical Verde”.
Un plató verde para integrar al proyecto
La “Ciudad Vertical Verde” posee varias características como, por ejemplo, tratarse del primer proyecto realizado por arquitectos alemanes en Tokio desde el año 1895, cuando Hermann Ende y Wilhelm Böckmann ejecutaron el edificio que alberga las oficinas centrales del Ministerio de Justicia nipón.
Asimismo, el hecho de que sean dos nuevas torres unidas por este plató central hace que, desde el mismo diseño, el complejo apostara por una “rica vida vegetal que entreteje a los rascacielos con su ambiente, integrando al barrio que les rodea, respetando a la torre central, más alta, mientras presenta su propia respuesta urbana contemporánea”, comentaron los arquitectos.
Las torres -de 185 y 220 metros de alto- se abanican hacia la zona que se encuentra a nivel de piso, gracias a terrazas escalonadas que van formando un plató verde de uso público ubicado sobre la plaza, a nivel de calle. “El plató se reservó para peatones y conecta a las tres torres, brindando acceso a cafés, restaurantes en los rascacielos nuevos, además de tiendas, un gran vestíbulo y espacios de cowork en la torre dedicada a oficinas”, destacaron desde el estudio.
Altas edificaciones, altos estándares
Uno de los elementos esenciales de este nuevo complejo es su resiliencia a eventos como terremotos, en especial, en un país sísmico como Japón. Al respecto, desde Ingenhoven explicaron que las torres, “al igual que los templos antiguos, están configuradas estructuralmente para disminuir de forma pasiva las vibraciones sísmicas”.
La torre residencial, con 220 metros de alto, cuenta con 550 condominios, todos con su propio balcón y con espacios que van levantando un techo verde desde el piso 7 al 11. Este mismo techo verde se replica en la torre destinada a oficinas, brindando un área verde total de 7.800 m2, brindándole al complejo la máxima clasificación en la certificación CASBEE.
Conectadas tanto el metro como al sistema de buses de Tokio, las nuevas torres que colindan a la Toranomon Hills, cuya construcción se inició en 2016 y culminó este año, utilizan una superficie total de 294 mil metros cuadrados (173.000 m2 para la torre de oficinas y 121.000 m2, la torre residencial), convirtiéndose así en el desarrollo urbano más grande de la capital nipona.